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Mostrando entradas de septiembre, 2010

A la misteriosa (1926)

Tanto he soñado contigo que pierdes tu realidad. ¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo y besar sobre esa boca el nacimiento de la voz que quiero? Tanto he soñado contigo, que mis brazos habituados a cruzarse sobre mi pecho, abrazan tu sombra, y tal vez ya no sepan adaptarse al contorno de tu cuerpo. Tanto he soñado contigo, que seguramente ya no podré despertar. Duermo de pie, con mi pobre cuerpo ofrecido a todas las apariencias de la vida y del amor, y tú, eres la única que cuenta ahora para mí. Más difícil me resultará tocar tu frente y tus labios, que los primeros labios y la primera frente que encuentre. Y frente a la existencia real de aquello que me obsesiona desde hace días y años seguramente me transformaré en sombra. Tanto he soñado contigo, tanto he hablado y caminado, que me tendí al lado de tu sombra y de tu fantasma, y por lo tanto, ya no me queda sino ser fantasma entre los fantasmas y cien veces más sombra que la sombra que siempre pas
Mi tesis es un animal absurdo y despiadado. Que alguien lo tome de sus patas y le enseñe la lección.
Me gusta escribir la palabra hendidura. En este último mes creo haberla escrito en dos poemas. No quiero tener que borrar ninguna de los dos, porque disfruto escribirla. Hendidura no es lo mismo que grieta, no existen sinónimos en la poesía. Sé que debo hacer el intento de colocar uno solo de estos términos  para que no genere un ruido entre verso y verso. Pero hendidura no es lo mismo que fisura. Pareciera que la pluma se reclina diferente al escribir esta palabra. Se hiende. Se aloja en algún rincón bien profundo de la carne, y desde allí grita, revuelta y contenida. Que alguien entre a este cuerpo con el mismo ritmo con que escribo, por hoy, la palabra hendidura.
Caracas, 15 de septiembre Días tesísticos, monótonos, aburridos. Al menos escribo algo que me dará frutos. Aunque ese miedo a la escritura creo estarla perdiendo, también existe ese otro miedo que se infunda en un futuro cercano, cuando pienso a solas el momento de defender este trabajo. Como dije antes, poca literatura, y mucha escritura académica. Nada de Clarice por ahora. A veces tomo a mis poetas preferidos de las manos para que me salven de tanto academicismo.
Me pasa que a veces me vuelvo insensible conmigo, con los otros y con el mundo que me rodea. Es como un estado de indiferencia que comienza en mí, conmigo y con el espejo, en el vidrio que brilla y hace presencia a dos rostros. Uno está de sobra. Molesta. Enloquece. Verónica Cento