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Mostrando entradas de agosto, 2010
Enfocada y visiblemente encendida. Como raptada por algún dios.
Caracas, 24 de agosto No más Clarice hasta nuevo aviso o hasta que consiga concentrar el ritmo de tesis hacia una sola meta: tener bien claro lo que quiero escribir sobre lenguaje del cuerpo en Lemebel. Esa será mi primera meta: terminar el primer capítulo e iniciar la escritura del famoso proyecto, impostergable, inadmisible, incógnito, imposible, no, imposible no es, lo que siento al pensar en él es en la burocracia hecha palabra. ¿Cómo puede ser que en Literatura también se haya colado ese término, “burocracia”, dejándonos a orillas de una cierta fatiga constante? Pienso en la idea de escribir diez páginas sobre un tema que aunque ha calado, a veces siento que no se ha emancipado aún en mi cuerpo, como un virus, eso, como una plaga que contamina todo. No siento la mordedura sangrante en las piernas, ni menos un habla pecaminosa, necesito que este tema me enferme al punto de mantenerme en un constante delirio. Que me atormente, que me absorba, que me deje varada en medio de mí mis
Caracas, 23 de agosto Escribo de manera descarnada. A ver cuánto tiempo dura el ímpetu.
Caracas, 22 de agosto El otro día compré un tinto en el mercado y me dije: me lo voy a tomar a solas, conmigo.
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Caracas, 20 de agosto La sensación de enamoramiento se inicia como un vértigo, irrepetible, rítmico, un galope dentro de mi cuerpo. Es como un caballo salvaje que se libera dentro de mí. Sí. Es como un brío, constante, favorable; el azar se anticipa y vuelca todo lo favorable dentro de mi corazón. Y todo comienza a sentirse tan bien…

Las pasiones desatadas.

Caracas, 19 de agosto Descubrí a Felisberto Hernández en uno de esos ataques intempestivos a mi biblioteca; removí libros, reordené mi cabeza intentando entender qué me pedía el alma, qué tipo de lecturas estaba necesitando…creo que así comenzó todo. Su título es sugerente, enciende, me encendió de manera brutal y obsesiva. “Nadie encendía las lámparas” se llama su libro de cuentos, y cada uno de los relatos tiene una oscuridad que resguarda, invita a guarecerme, a mantenerme en soledad, escondida, dentro de mí. De manera lógica reconocí a Clarice en un par de cuentos, no en el estilo de la narrativa sino en esa temática que se entretiene manoseando, tanteando los objetos que yacen en la oscuridad. Pero en ese tanteo, hay un reconocimiento, inmediato, preciso, que proviene de la infancia, de la memoria. Y cuando las manos tocan y reconocen las formas, las iluminan, devolviéndolas un ratito a la luz, les enseña este otro lado que a veces enceguece. La oscuridad en Felisberto se aproxi
Caracas, 18 de agosto Creo en el poder de los sahumerios. Hace ratito prendí uno con aroma a rosa. Este hogar por hoy es un jardín. Verónica Cento