Caracas, 21 de diciembre Tengo un amigo que es de las pocas personas en el mundo que me regala libros. Siempre que llega con uno nuevo es mejor que el anterior. Pareciera que presintiera qué necesito para ese momento. Conoce los autores que me gustan, sabe qué libros me faltan de cada uno de ellos, a veces me sorprende la manera en que acierta cuando me hace regalos. Ayer llegó con un libro bajo la manga de Marguerite Duras, "El vicecónsul". Uno más para mi colección. En unos meses estaré regresando a Argentina y él sigue llenando mi equipaje de libros. En broma me decía: “voy a regalarte muchos libros así no puedes irte”. Y eso me causó tanta pero tanta ternura que bailamos salsa a “nuestra manera”, con esto quiero decir que hicimos el intento de bailarla, pero que es más la alegría del encuentro que de demostrar que somos bailarines profesionales. Al fin de cuentas, como le decía, nosotros sabemos leer y escribir. Y allí también se puede bailar.
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Mostrando entradas de diciembre, 2014
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Caracas, 27 de noviembre Escena de jueves por la mañana: el andén de la estación "La paz" está prácticamente vacío. Se escucha una melodía de fondo, no la reconozco, aunque suena bonita, me quedo escuchando; de repente una señora a mi lado comienza a tararearla. Efectivamente es una canción para Caracas. Siento que el tiempo se detiene. Su voz es armoniosa, canta bajito, emocionada. La observo con detenimiento. Ella no mira a los lados. No le importa quién la escucha, ella necesita cantarle a esta ciudad de la furia. Esas son las cosas que quisiera contarles cada día.
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Caracas, 26 de septiembre de 2014 A veces no es cuestión de que el otro entienda sino de que no pregunte qué pasa y eso permite que uno se sienta más tranquilo. Ojalá hubiese ese entendimiento, sin palabras, pero generalmente se insiste, se mete el dedo en la llaga y todo empieza a arder. Y uno se conoce y también sabe que hay días en que solo quiere joder por joder y no hay quien te quite de ese sitio. Quizás el sueño. Y uno se quita el vestido de la susceptibilidad, se suspende por un instante el famoso “no quiero hablar, no sé qué me pasa pero hoy amanecí rara”
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Caracas, 16 de septiembre de 2014. Consigo observar una foto tuya y algo me inquieta. ¿Será la luz en tus ojos? En los míos hubo siempre una llama devoradora de señales, pero nunca las viste. Solo consigo pensar en las cosas que nos hicieron daño y ahora ya no nos duelen: esa soledad al acostarnos uno al lado del otro, la inquietud de no saber si extender mi mano o quedarme quieta una vez más, el silencio que era grito incólume, hasta ese momento, porque luego fue una bocanada de humo rancio que nos agrietó. Miro tu foto y algo se mueve dentro, apenas un bosquejo de lo que fuiste para mí.
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Caracas, 09 de septiembre Ahora resulta que el sueño está dirigido a un punto impostergable, algo debe decirse para que el agua siga su curso, sin embargo, quien duerme envía a un mensajero que se pierde en el camino. Y todo vuelve a empezar: el cuerpo de la muchacha hace sombra en un costado de la cama, se revuelve su cabello, los ojos están extintos de tanta lumbre oscura. De pronto amanece y no se reconoce.
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Caracas, 03 de agosto “La noche en Caracas no cae, se declara” Frase que se la escuché a un señor que en general dice cosas que no me interesan, pero esto en particular, estas palabras, ayudan a que lo vea distinto, por primera vez. Me gusta cuando las personas me sorprenden, y obligan a que los mire por primera vez a los ojos y los descubra.
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Caracas, 08 de julio Sueño con una casa que no tiene apariencia de hogar y que permanece cerrada como féretro; abro la puerta y un río se desborda como precipicio. Siento miedo. Es la casa de mi abuela paterna, aunque ella no está sentada a la mesa, cebándome mate; tampoco escucho de fondo el sonido del televisor que de vez en cuando deja colar frases de alguna telenovela famosa.
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Caracas, 27 de mayo de 2014 Entregada a la vida difícil: lectura, matecito y a la buena música. Una pequeña cita del libro de Arundhati Roy, “El dios de las pequeñas cosas”: “Hay cosas que uno no puede hacer, como escribir una carta a una parte de sí mismo. A sus pies, o a su pelo. O a corazón” ¿Qué tan difícil es iniciar un nuevo diario? Creo que la idea es ejercitar los dedos. Descubro que aquellos escritos hace algunos años fueron eliminados. Una mano negra horadando en la oscuridad. Esa mala costumbre de mantener una memoria errática, de guardar bajo llave ciertas cosas que deberían estar a la mano para defenderme en caso de un ataque directo contra mí misma. A veces ha sucedido. No es un hecho improbable.