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Caracas, 15 de noviembre Detrás de esta dulzura también existe una fiera.
Hoy sábado me dije: un buen trozo de chocolate probablemente haga fluir mis ideas. Me lo merecía. Estaba escribiendo los antecedentes de mi proyecto de pregrado para aspirar a la Licenciatura de Letras. Necesitaba que mi cuerpo reaccione. No tanto mi cuerpo sino mis manos; necesitaba que ellas tomen conciencia del tiempo y escriban, de manera acaudalada. Que al menos los dedos hablen concisa y correctamente sobre el tema que compete. Chocolate de sábado por la tarde. Ricura.

A propósito de la lluvia

Hoy siento que no habrá nada mejor que ver llover. Mis ojos se han quedado finamente aterrados mirando la lluvia y, al ras del vidrio, el árbol húmedo, vigilante. Pienso en el jardín delantero y en cada resto perruno que renacerá ante el agua. Mientras tanto, la vereda, serena, resbalosa, gris.

Horacio Salas ( Buenos Aires,1938 )

LAS OTRAS Hay mujeres para quienes se hicieron las caricias para quienes se estiran las puntas de los dedos y se humedece la boca para quienes la voz se agrava se ahueca se atenúa Mujeres como la de Breton talle de castor entre los dientes del tigre mujeres como esta que quiere que le escriba mi nombre en el ombligo Algunas - curiosamente - están hechas a la medida de mis manos para hacerme cosquillas entre la línea de la vida y la del corazón Para ellas se fabricó la lluvia las hojas amarillas del otoño el fondo del café las últimas páginas de un libro la ternura para ellas existe el desayuno la piedad de la noche las curvas de la oreja y la claridad del día y especialmente la yema de mis dedos. Las otras no existen son las feas. (De la antología "Cantos australes. Poesía Argentina" (1940-1980), Monte Ávila Editores, Venezuela, 1995)

A la misteriosa (1926)

Tanto he soñado contigo que pierdes tu realidad. ¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo y besar sobre esa boca el nacimiento de la voz que quiero? Tanto he soñado contigo, que mis brazos habituados a cruzarse sobre mi pecho, abrazan tu sombra, y tal vez ya no sepan adaptarse al contorno de tu cuerpo. Tanto he soñado contigo, que seguramente ya no podré despertar. Duermo de pie, con mi pobre cuerpo ofrecido a todas las apariencias de la vida y del amor, y tú, eres la única que cuenta ahora para mí. Más difícil me resultará tocar tu frente y tus labios, que los primeros labios y la primera frente que encuentre. Y frente a la existencia real de aquello que me obsesiona desde hace días y años seguramente me transformaré en sombra. Tanto he soñado contigo, tanto he hablado y caminado, que me tendí al lado de tu sombra y de tu fantasma, y por lo tanto, ya no me queda sino ser fantasma entre los fantasmas y cien veces más sombra que la sombra que siempre pas
Mi tesis es un animal absurdo y despiadado. Que alguien lo tome de sus patas y le enseñe la lección.
Me gusta escribir la palabra hendidura. En este último mes creo haberla escrito en dos poemas. No quiero tener que borrar ninguna de los dos, porque disfruto escribirla. Hendidura no es lo mismo que grieta, no existen sinónimos en la poesía. Sé que debo hacer el intento de colocar uno solo de estos términos  para que no genere un ruido entre verso y verso. Pero hendidura no es lo mismo que fisura. Pareciera que la pluma se reclina diferente al escribir esta palabra. Se hiende. Se aloja en algún rincón bien profundo de la carne, y desde allí grita, revuelta y contenida. Que alguien entre a este cuerpo con el mismo ritmo con que escribo, por hoy, la palabra hendidura.
Caracas, 15 de septiembre Días tesísticos, monótonos, aburridos. Al menos escribo algo que me dará frutos. Aunque ese miedo a la escritura creo estarla perdiendo, también existe ese otro miedo que se infunda en un futuro cercano, cuando pienso a solas el momento de defender este trabajo. Como dije antes, poca literatura, y mucha escritura académica. Nada de Clarice por ahora. A veces tomo a mis poetas preferidos de las manos para que me salven de tanto academicismo.
Me pasa que a veces me vuelvo insensible conmigo, con los otros y con el mundo que me rodea. Es como un estado de indiferencia que comienza en mí, conmigo y con el espejo, en el vidrio que brilla y hace presencia a dos rostros. Uno está de sobra. Molesta. Enloquece. Verónica Cento
Enfocada y visiblemente encendida. Como raptada por algún dios.
Caracas, 24 de agosto No más Clarice hasta nuevo aviso o hasta que consiga concentrar el ritmo de tesis hacia una sola meta: tener bien claro lo que quiero escribir sobre lenguaje del cuerpo en Lemebel. Esa será mi primera meta: terminar el primer capítulo e iniciar la escritura del famoso proyecto, impostergable, inadmisible, incógnito, imposible, no, imposible no es, lo que siento al pensar en él es en la burocracia hecha palabra. ¿Cómo puede ser que en Literatura también se haya colado ese término, “burocracia”, dejándonos a orillas de una cierta fatiga constante? Pienso en la idea de escribir diez páginas sobre un tema que aunque ha calado, a veces siento que no se ha emancipado aún en mi cuerpo, como un virus, eso, como una plaga que contamina todo. No siento la mordedura sangrante en las piernas, ni menos un habla pecaminosa, necesito que este tema me enferme al punto de mantenerme en un constante delirio. Que me atormente, que me absorba, que me deje varada en medio de mí mis
Caracas, 23 de agosto Escribo de manera descarnada. A ver cuánto tiempo dura el ímpetu.
Caracas, 22 de agosto El otro día compré un tinto en el mercado y me dije: me lo voy a tomar a solas, conmigo.
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Caracas, 20 de agosto La sensación de enamoramiento se inicia como un vértigo, irrepetible, rítmico, un galope dentro de mi cuerpo. Es como un caballo salvaje que se libera dentro de mí. Sí. Es como un brío, constante, favorable; el azar se anticipa y vuelca todo lo favorable dentro de mi corazón. Y todo comienza a sentirse tan bien…

Las pasiones desatadas.

Caracas, 19 de agosto Descubrí a Felisberto Hernández en uno de esos ataques intempestivos a mi biblioteca; removí libros, reordené mi cabeza intentando entender qué me pedía el alma, qué tipo de lecturas estaba necesitando…creo que así comenzó todo. Su título es sugerente, enciende, me encendió de manera brutal y obsesiva. “Nadie encendía las lámparas” se llama su libro de cuentos, y cada uno de los relatos tiene una oscuridad que resguarda, invita a guarecerme, a mantenerme en soledad, escondida, dentro de mí. De manera lógica reconocí a Clarice en un par de cuentos, no en el estilo de la narrativa sino en esa temática que se entretiene manoseando, tanteando los objetos que yacen en la oscuridad. Pero en ese tanteo, hay un reconocimiento, inmediato, preciso, que proviene de la infancia, de la memoria. Y cuando las manos tocan y reconocen las formas, las iluminan, devolviéndolas un ratito a la luz, les enseña este otro lado que a veces enceguece. La oscuridad en Felisberto se aproxi
Caracas, 18 de agosto Creo en el poder de los sahumerios. Hace ratito prendí uno con aroma a rosa. Este hogar por hoy es un jardín. Verónica Cento