Caracas, 24 de agosto

No más Clarice hasta nuevo aviso o hasta que consiga concentrar el ritmo de tesis hacia una sola meta: tener bien claro lo que quiero escribir sobre lenguaje del cuerpo en Lemebel. Esa será mi primera meta: terminar el primer capítulo e iniciar la escritura del famoso proyecto, impostergable, inadmisible, incógnito, imposible, no, imposible no es, lo que siento al pensar en él es en la burocracia hecha palabra. ¿Cómo puede ser que en Literatura también se haya colado ese término, “burocracia”, dejándonos a orillas de una cierta fatiga constante? Pienso en la idea de escribir diez páginas sobre un tema que aunque ha calado, a veces siento que no se ha emancipado aún en mi cuerpo, como un virus, eso, como una plaga que contamina todo. No siento la mordedura sangrante en las piernas, ni menos un habla pecaminosa, necesito que este tema me enferme al punto de mantenerme en un constante delirio. Que me atormente, que me absorba, que me deje varada en medio de mí misma, que delire, todos los días, que delire.

Verónica Cento

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