Me gusta escribir la palabra hendidura. En este último mes creo haberla escrito en dos poemas. No quiero tener que borrar ninguna de los dos, porque disfruto escribirla. Hendidura no es lo mismo que grieta, no existen sinónimos en la poesía. Sé que debo hacer el intento de colocar uno solo de estos términos para que no genere un ruido entre verso y verso. Pero hendidura no es lo mismo que fisura. Pareciera que la pluma se reclina diferente al escribir esta palabra. Se hiende. Se aloja en algún rincón bien profundo de la carne, y desde allí grita, revuelta y contenida. Que alguien entre a este cuerpo con el mismo ritmo con que escribo, por hoy, la palabra hendidura.
Hoy sábado me dije: un buen trozo de chocolate probablemente haga fluir mis ideas. Me lo merecía. Estaba escribiendo los antecedentes de mi proyecto de pregrado para aspirar a la Licenciatura de Letras. Necesitaba que mi cuerpo reaccione. No tanto mi cuerpo sino mis manos; necesitaba que ellas tomen conciencia del tiempo y escriban, de manera acaudalada. Que al menos los dedos hablen concisa y correctamente sobre el tema que compete. Chocolate de sábado por la tarde. Ricura.
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