“Nada como estar en la patria”, leí hace un momento. Y pensé la imagen invertida: Nada como sentirse distante de la patria. Quería volver a Venezuela, pero por esta familia que somos con Alberto; y por algunos buenos amigos se que fueron arraigando en el corazón. Verdaderamente Caracas no es un sitio amigable, querible. Tal vez si tuviese que llevarme varios lugares de este país posiblemente serían: la Universidad Central de Venezuela, la naturaleza, toda, y los amigos. También muchos sabores que no conocía, principalmente frutas nuevas que probó mi paladar y quedó más que agradecido. Aunque esos no son territorios, son otra cosa; valdría la pena en alguna oportunidad escribir sobre ellas. Y el verde en el iris, sí. El mismo verde que amó Gaby cuando vino. ¿Te acordás?
Hoy sábado me dije: un buen trozo de chocolate probablemente haga fluir mis ideas. Me lo merecía. Estaba escribiendo los antecedentes de mi proyecto de pregrado para aspirar a la Licenciatura de Letras. Necesitaba que mi cuerpo reaccione. No tanto mi cuerpo sino mis manos; necesitaba que ellas tomen conciencia del tiempo y escriban, de manera acaudalada. Que al menos los dedos hablen concisa y correctamente sobre el tema que compete. Chocolate de sábado por la tarde. Ricura.
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